ENTIERRO
DEL YODO
Alba
PARTE
1
Era un día muy triste, o por lo menos para ellos, mi clase.
Y es que nos habían anunciado, este viernes 13 de octubre, que nuestro buen pedazo de yodo se estaba extinguiendo. No nos lo podíamos creer. La clase se estaba llenando con gritos de desesperación y de locura.
Después de que la profesora se fue, yo y unos compañeros nos pusimos a hablar de la impactante noticia. Al final llegamos a la conclusión de que lo que teníamos que hacer era un entierro por el pobre yodo.
Al día siguiente, se lo dijimos a la profesora y nos dijo que si queríamos lo podíamos hacer en el patio. En ese descampado al lado del patio.
Nos pusimos a currar y al final de la jornada lectiva había carteles del entierro, diciendo que era al día siguiente, por todo el centro.
Al día siguiente, estaba todo el mundo en el descampado. Después de un rato, yo y mis compañeros empezamos a llegar con cosas que tenían yodo y la tabla periódica.
Después de enterrar al yodo, hicimos un minuto de silencio y, después, el ambiente se llenó de aplausos.
Dejamos el patio para ir a clase y en ningún momento se me ha olvidado ese instante de tristeza y luto.
PARTE
2
Pasó un mes y, al mirar en el sitio donde enterramos al yodo, me sorprendió ver algo que no recordaba que estaba ahí.
Me acerqué lentamente y me agaché para verlo mejor. No me lo podía creer.
Poco a poco empezó a arremolinarse mucha gente, todos querían ver lo que el yodo dejó atrás, una bonita sorpresa.
Esa bonita rosa de azul cristal nos cambiaría la vida para siempre. Nos enseñaría que algo muerto podría convertirse en algo nuevo y precioso.
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