Leemos algo de información sobre El carnaval de los animales, la obra musical del mismo nombre, de Camille Saint-Saëns. La escuchamos. Cada uno de nosotros elige un animal de los que se mencionan en la obra y escribimos un cuento identificando el animal con una persona (más o menos).
CARNAVAL DE LOS ANIMALES
Me miro en el espejo ajustando mi traje de plumas, “¡por fin llega carnaval!”, y decido disfrazarme de cuco. Bajo las escaleras agitando fuertemente mis brazos.
- Mira, mamá, soy un cuco -digo.
- Ay, qué cuco más guapo eres. Ahora vamos a desayunar -dice mi madre.
Asiento y cojo unos cereales y los extiendo sobre la mesa. Comienzo a picotearlos como un cuco.
- ¡Eyyy!, ¿qué te dije de hacer eso? -dice mi madre.
- Porque soy un cuco -alegremente le respondí.
- ¡No lo eres! -dice mi madre algo enojada.
- Pero, literalmente, me llamo Cuco, mamá -le respondo.
Elefante se despertó enfadado con su esposa, ya que hacía mucho ruido. Él se dirigió a la cocina para prepararse su desayuno habitual, huevos fritos con la lechuga confiable de siempre. Cuando terminó de comer, se dio una buena ducha y, con mucha pereza aún, se vistió con un traje estúpidamente estúpido, ya que se tenía que ir a trabajar. Llegaba tarde al circo.
Cuando llegó, empezaba el espectáculo. Después de muchas piruetas, volteretas y varios chistes, comenzó su descanso. Lo invirtió en comer una hamburguesa con sus compañeros.
Después de otro espectáculo, cansado de trabajar, se dirigió a su hogar, donde su esposa le esperaba con la cena. Cenó empanada y, de postre, un flan. Después de una gran velada se fue a su cama sin quitarse el traje y se durmió.
Llegué a la clase de filosofía tarde. La profesora (la cual me daba asco) me señaló y me dijo:
- Burro (que era como me llamaban todos, por mis dientes), vas a hacer el proyecto con Canguro (el cual también me daba asco; de hecho todo el mundo menos Cristina y Pablo me daba asco).
Yo me quedé mirando a la profesora y ella, notando mi incomprensión, me dijo que tenía que contar la última etapa de la vida de Pitágoras.
Al llegar a mi casa, mis padres me preguntaron qué tal el día. A lo que les contesté que me habían mandado hacer un proyecto con Canguro.
- ¿Quién es Canguro? - preguntó mi madre con tono indignado.
- Canguro es un niño raro, siempre se sienta solo en un rincón, en clase de filosofía. Tiene el pelo castaño claro, muy claro, tirando a rubio, y tiene vello por todas partes. Siempre lleva ropa con bolsillos en los que guarda peluches con pelo, y los que van con él a educación física dicen que salta mucho. De hecho se mueve saltando. Va a kárate. Dicen que pega unas patadas muy peligrosas. En definitiva, es un niño un poco extraño.
- Ahora lo entiendo todo -dijo mi madre.
Amelia, una bailarina del ballet, de doce años, tenía una función del Lago de los cisnes. Ella era la bailarina principal. La tenía el día de carnaval.
Estuvo diez días muy nerviosa y cuando llegó, empezó a sonar la música y ella salió y el teatro empezó a gritar: “¡el cisne blanco!”.
Ella se puso a bailar, la música sonaba cada vez más fuerte, lo único que sonaba de fondo en la sala era el piano y el violonchelo. Entró el cisne negro y las dos bailaron cada vez más rápido. Entraron los demás cisnes y hacia la mitad de la pieza el cisne negro la cogió de la cintura y la lanzó por los aires.
Al terminar todos gritaron: “¡el cisne blanco, el mejor”!
Ella fue feliz.
Me desperté algo cansada y busqué algo para desayunar. Salí de casa y por poco me atropella Barry, el cartero. Huí tan rápido como pude y me dirigí a algún lugar donde hubiera alimento.
En mi mundo no existen los supermercados, pues vivo bajo el agua... Ah, ¿que no te he dicho que soy un pez? Pues, sorpresa, ¡soy un pez! Más exactamente, un pez guppy.
Barry es un pez payaso, pero tal vez es demasiado payaso.
Entre tanto, ya había llegado al arrecife, donde había varias algas. Comí hasta saciarme. De repente, algo me inquietó. El agua estaba fría… No, no es que me hubiera hecho pis hacía cinco minutos. Una presencia me alteraba. Un tiburón martillo. Empecé a correr..., bueno, a nadar, tú ya me entiendes.
Finalmente, justo cuando me iba a devorar, desperté.
¡Uf!, otra pesadilla.







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